Málaga puede enorgullecerse de ser la tierra que alumbró el primer chiringuito, que dicho sea de paso, aquí siempre se le ha llamado merendero. Hay otros destinos que nos disputan esa hegemonía. Sitges, por ejemplo, quien reclama su invención en 1913. Pero hay que remontarse más atrás, concretamente a la Navidad de 1884, cuando Granada y Málaga fueron azotadas por unos violentos terremotos. Tal fue el impacto social, que el propio rey Alfonso XII visitaba la provincia un mes más tarde. Procedente de Nerja, hizo un pequeño alto a la entrada de Málaga. De tal guisa que, pasó por la ‘Gran Parada’, un merendero en la zona que hoy es la barriada de El Palo. Su propietario, el pescador, Miguel Martínez Soler, ofreció a su Majestad unas sardinas asadas y espetadas en cañas. El rey observó el enigmático plato y se dispuso a utilizar cuchillo y tenedor. El paleño, incrédulo, se apresuró a corregirle: “asín no, majestá, asín no… con los deos…”, tal y como recoge, el historiador y experto gastronómico, Fernando Rueda. Migué, como era conocido, tenía un espíritu emprendedor y cuando podía, también salía a vender pescados. Años después, uno de sus sobrinos, Perico Martínez Román, fundaba ‘Casa Pedro’. Lo hacía en 1927 y a escasa distancia de su predecesor. Instalaba, sobre la arena, unas sillas hechas a mano y un techo cubierto de palmeras que, luego, se transformaría en un cañizo. Durante la década de los 40 y 50, aterrizaban nuevos clásicos en la ciudad como el ‘Merendero María’ en las playas de Huelin. Al mismo tiempo, los barrios de El Bajondillo y La Carihuela en Torremolinos asistían al nacimiento de ‘Casa Miguel’, ‘Los Leones’ y ‘Playa Miguel’.
El resto es historia
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